sábado, 19 de febrero de 2011

De Soledad, Ave Fenix y otras cosas......

Si hay algo que estoy aprendiendo a lo largo de estos días es que la soledad es un ente, con vida propia, que se va alimentando de tus mejores pensamientos, de tu alegría, de tus necesidades, de tus miedos, y que pasa a ser de un simple componente diario de la vida humana a convertirse en un monstruo inmanejable.
Lo que siempre he dicho, la soledad es ese sentimiento que te hace sentir, como un náufrago en una pequeña isla rodeado de mar, sin otro ser vivo a tu alrededor, aun estando rodeado de mil personas.
Y es como el ácido, va carcomiendo lo mejor de ti, poco a poco, como una gota de agua va perforando una piedra, llevándose en cada gota un gramo de arena, llevándose en cada gota algo bueno de tu persona, haciendo un hueco enorme que la atraviesa, que te atraviesa.
La soledad, es lo que te hace sentir como esa pieza de puzzle  que no encaja, esa pieza que cuando tienes todo el paisaje armado, ves que no entra en ningún lado.
Y es que es tan ambigua, no se puede resumir con una sola palabra, con una sola forma de pensar, no se puede decir “es mala” y ya, porque la soledad es tantas cosas a la vez.
Es buena, porque a veces la necesitamos, es mala porque nos hace sentir excluidos de ciertas etapas de la vida, es mala consejera, e incluso a veces nos cohíbe y nos vuelve conformistas.
Pero así es ella, no se puede amputar quirúrgicamente.
Para vencerla hace falta fuerza, mucha fuerza y voluntad, cosas que a muchas personas nos cuesta desarrollar.
La mejor forma de vencerla es proponerse metas y volverse un poco egoísta, y cuando digo un poco, es en su medida sana y justa. No podemos hacer felices a las demás personas sacrificando nuestra propia felicidad como individuos, debemos velar por los nuestros, y cuando digo “nuestros” es toda aquella persona que en nuestra vida significa algo grande, que son personas de mucho valor, son esas personas que alimentan nuestro espíritu de cosas buenas. No cualquiera puede estar englobado dentro del término “nuestros” pero es lo que matemáticamente hablando se denomina un conjunto abierto, siempre pueden entrar nuevos elementos.
Pienso que uno debe ser como el Ave Fénix, ese ser mitológico, que muere en las llamas cada 500 años y renace de sus cenizas.  Ese símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, y la inmortalidad.  Según el mito, poseía varios dones, como la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.
En mi caso no creo durar 500 años para resurgir de “mis cenizas”, pero necesito hacerlo, necesito quemar lo malo, pronto y de ello sacar lo que haya que sacar, aprender la lección, buena o mala, tomar las cosas que sobrevivan y que valgan la pena y renacer, volver a ser la persona que era antes, porque si, si ahora soy como me conocéis, os puedo asegurar que antes era mucho mejor persona.
Y es que todo es proponérselo, y lo peor es tratar de no recaer. Esto es peor que proponerse a ir a un gimnasio o hacer una dieta. Puede haber predisposición para lograrlo, pero al fin y al cabo si no lo hacemos da igual, nuestra vida continúa. En este caso no es así, porque si no lo hacemos la vida se detiene, deja de ser vida.
Necesito ser un Fénix, necesito sacar todo lo malo, renacer como persona, sin optar a la inmortalidad como esta mitológica ave, porque vivir eternamente es cosa de Dioses, y yo soy el más imperfecto, simple y sencillo de los seres humanos.
Quiero sacar ese Fénix que llevo adentro. Sera mi próxima guerra personal, una guerra difícil, porque no hay peor guerra que la que se hace contra uno mismo.

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